LOS NUEVOS
Qué bueno se vive cuando todos nos apreciamos y nos entendemos bien en el presbiterio. Cuando entre jóvenes y mayores hay respeto, diálogo y colaboración. ¿Verdad?
Sobre todo, cuando se vive con los nuevos presbíteros, los presbíteros más jóvenes. Por encima de todo lo que veamos y de lo que se comente de ellos, en ellos hay valores grandes y la realidad de que son nuestros triplemente hermanos. Ello reclama una apertura y afecto de parte de todos. Una ayuda recíproca para superar las limitaciones de cada uno y para realizar mejor los valores que se tienen.
Eso es contrario a las discriminaciones y a las luchas generacionales. Terrible cuando los presbíteros jóvenes se unen para ir por su lado y los demás afrontan la discriminación. Terrible, también, cuando los mayores minusvaloran a los jóvenes. De su parte hay la necesidad y la expectativa de ser bien recibidos y de iniciarse bien en el ministerio. De parte de los mayores está la expectativa de encontrar en ellos una buena colaboración y amistad.
▪ Agradezcamos a Dios estos hermanos jóvenes y comprometámonos a trabajar mejor en la pastoral vocacional para tener nuevos presbíteros.
▪ Apoyemos a los presbíteros más jóvenes en su fidelidad y renovación.
▪ Ayudémosles a profundizar, integrar y complementar la formación inicial recibida en el Seminario.
▪ Colaborémosles a desarrollar sus potencialidades y aptitudes ministeriales.
▪ Ayudemos su inserción afectuosa y progresiva en el presbiterio diocesano para vivir la comunión y la ayuda fraterna con todos.
▪ Apoyémoslos en la iniciación adecuada de su ministerio pastoral.
▪ Ofrezcámosles comprensión y apoyo para superar las dificultades iniciales de su vida y ministerio; las situaciones de activismo, dispersión y otras rupturas.
Unidos como triplemente hermanos viviremos bendecidos por el Señor y con muchos frutos en nuestro ministerio.
Propongámonos compartir con uno de los nuevos presbíteros y animarlo en su vida y ministerio. Hagámoslo para bien de todos.
Julio